El Papa Joseph Ratzinger tomo una decisión sufrida pero inteligente con su renuncia, que abre una fase inédita en la historia milenaria del pontificado. Ya había avisado más de una vez, la última hace un año, que cuando no se sintiera con fuerzas para cumplir su misión apostólica dimitiría.

Lo ha hecho desdramatizando un gesto que es igualmente traumático, pero sin las connotaciones trágicas del antecedente de Celestino V, hace muchos siglos. Benedicto XVI pasa a la historia incluso por ese solo gesto "que cambia radicalmente el rostro del pontificado", según dijo la teóloga italiana Marinella Peroni.

El shock del anuncio inesperado y sin precedentes en tantos siglos obligará a que pasen varios días hasta asimilar el golpe que conmueve hoy a todo el mundo, católico y no católico. Todos se preguntan ahora quién será su sucesor, lo que hace necesario trazar un recorrido del futuro pontificado que dibuje la personalidad y la identidad del futuro sucesor de la cátedra de San Pedro.

Un problema inédito que se abre es el hecho de que la Iglesia tendrá dos Papas, uno de ellos renunciado y que dedicará las fuerzas y el tiempo que le quedan "a la oración". Es seguro que Joseph Ratzinger se concentrará ahora en las investigaciones teológicas. "Sentía el peso de la edad", dijo su hermano mayor, que vive en Ratisbona, en el sur de Alemania, la ciudad universitaria en la que Joseph fue profesor y donde tiene una casa. No sería extraño que Benedicto XVI se traslade allí, donde se encuentran las tumbas de sus padres y de su hermana María.

En los últimos tiempos, el pontificado que en abril iba a cumplir ocho años daba muestras de un cansancio que coincidía con la debilidad física de Joseph Ratzinger, aunque la lucidez mental sigue intacta. El balance de estos años es inevitable. Benedicto XVI ha sido fiel a su tradicionalismo conservador. Como Papa, rechazó las innovaciones teológicas o las aperturas a un mundo moderno que ha criticado como la fuente del deterioro de los valores cristianos, especialmente debido a la constante difusión en profundidad de modos de vida laicistas lejanos de Dios.

Benedicto XVI ha sido seriamente cuestionado, sobre todo en Europa, por sus tendencias ultraconservadoras que, por ejemplo, lo llevaron a hacer una crítica rígida al profeta Mahoma que originó reacciones y desordenes en el mundo musulmán y a desmentidas de hecho y aclaraciones que mortificaron la figura papal. Peor aún fue el caso de los cuatro obispos del grupo ultramontano de monseñor Lefebvre, excomulgados por Juan Pablo II, a los que Ratzinger levanto la sanción, desatando furiosas reacciones en algunas conferencias episcopales europeas. De hecho, el caso ha sido congelado manteniendo fuera de la Iglesia a los lefebvrianos.

Su decisión de afrontar "di petto" el grave problema de los curas pedófilos que asedia desde hace tanto tiempo a la Iglesia, ha sido en cambio muy positiva y ha impedido que una situación ya complicada por la multiplicación de los escándalos explotara como una metástasis incontrolable.

El anuncio con buena anticipación de la renuncia para la 20 horas (las cuatro de la tarde en Argentina) del último día del mes y la falta de funerales, traslada a un inmediato Cónclave en la primera o segunda semana de marzo la elección del sucesor de Benedicto XVI. Elegirlo no será fácil. Cuando murió Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005, estaba todo prácticamente arreglado desde hacia meses en favor del cardenal alemán Joseph Ratzinger, primer teólogo de la Curia Romana y brazo derecho del pontífice polaco que había reinado 26 años. Ahora, en cambio, el panorama es incierto, aunque la gran mayoría de los cardenales pertenecen a sectores conservadores y ultraconservadores.

El primer nombre "papable" cuyo nombre figura en todas las apuestas, debates y conspiraciones, es el del cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán, del grupo conservador Comunión y Liberación, fundado por don Giussani. Scola era patriarca de Venecia, que ha dado numerosos papas a la Iglesia, como Juan XXIII, y todos los vaticanistas dedujeron que había sido lanzado como su sucesor por el propio Papa Ratzinger cuando lo cambió de sede a Milán. "Es como si nombraran presidente de Boca al presidente de River", comento un monseñor argentino, para destacar la anomalía.

Scola era el candidato puesto de los italianos, que hoy dominan la Curia Romana y ejercitan una influencia enorme en el Sacro Colegio de Cardenales. Pero a nivel internacional se destacan las probabilidades del cardenal canadiense Marc Ouellet, de 69 años, "ministro" del Papa a cargo de la estratégica Congregación para los Obispos.

En Asia destaca la juventud y personalidad del arzobispo de Manila, cardenal Luis Antonio Tagle, de 55 años. En Africa sobresale el cardenal Peter Turkson, de Ghana. De America Latina, el cardenal brasileño Odilo Pedro Scehrer, de 62 años.

Entre todos los nombres que se barajan en estas primera horas, sobresale también un argentino: el cardenal Leonardo Sandri, "ministro" del Papa para las Iglesias Orientales, de 70 años, que fue sustituto de la Secretaria de Estado entre 2000 y 2007. Sandri se hizo mundialmente conocido como "la voz del Papa" porque leía los discursos de Juan Pablo II que ya no podía hablar debido a su enfermedad.